Esta es una de las historias más terribles, y mórbidas, que ocurrió dentro de España.
La cuenta un militar, por lo tanto su anonimato es comprensible, es de hecho obvio. Este señor asegura que esta historia fue real.
A este hombre le tocaba hacer turnos de noche, con su amigo Carlos y un perro, quien se ubicaba en la parte trasera de la camioneta entre ambos, quienes conversaban en aquel frío invernal, patrullando la base. El problema ocurre cuando están haciendo una parte del recorrido. Ven bajo la pálida luz que iluminaba la luna a una edificación vieja y abandonada, se trata de un hospital, que hace muchos años no se usa. Aquel edificio tenía un aspecto tétrico, los vidrios rotos, la madera casi descompuesta y deteriorada, tenía un aspecto sucio y ennegrecido, muy descuidado; ubicándose en la penumbra y completamente abandonado.
El caso es que en aquella noche, mientras hacían el recorrido, observaron algo, que en algún lugar vacío, oscuro y desolado se hacía obvio... una luz. Como si una habitación de aquel edificio abandonado estuviera encendida, sola había luz en aquella habitación del 1er piso. Esto les llamo la atención, pues sabían que allí no había luz, así que inmediatamente condujeron hasta la entrada del sitio, donde se levantaban unas escaleras de mármol y estacionaron allí cerca. Ambos hombres se apearon, llevando al perro bien atado a la cadena, subieron las escaleras y se adentraron en aquel tétrico hospital. Intentaron presionar varios switches del lugar, intentando prender algún otro foco, pero sin éxito; era más que evidente, ya que el lugar estaba en muy mal estado; decidieron entonces intentar ubicar el sitio donde estaba prendida la luz. Al llegar abrieron la puerta y se dieron cuenta se trataba de un baño, un baño muy pequeño, para sorpresa de ambos no había fuente de luz portable dentro. El foco de luz ennegrecido pendiendo de un cordón en mal estado se hallaba encendido. La luz de aquel cuarto de baño al parecer funcionaba, se extrañaron mucho porque no vieron a nadie, apagaron entonces la luz. Luego en las demás habitaciones probaron si funcionaban las luces, pero ninguna funcionaba, solo la de aquel pequeño baño, les extraño bastante ya que si la energía eléctrica se encontraba conectada, se debería poder encender las demás luces. Salieron entonces con el animal y se dirigieron a la camioneta continuando con su recorrido.
Quien cuenta la historia dice que estaban haciendo turnos de vigilancia, por lo que deberían hacer el mismo recorrido y regresar después de cierto tiempo. Eran ya las 2 de la mañana, iban conversando olvidándose del asunto acercándose al dichoso edificio, y esta vez para su sorpresa, vieron que había otra luz prendida, ubicada esta vez en la 2da plata. El lugar donde estaba encendida era más grande. Muchos pensamientos se le cruzaron por la cabeza, una es que quizás sea un niño; los militares de alto rango tienen sus complejos residenciales cerca, con su familia en ellos, quizás sea un niño o varios jugando con las luces, pero en ese caso debieron dar justo con dos luces que funcionaban. Aparcaron el vehículo cerca y se adentraron nuevamente, subiendo las escaleras hasta el segundo piso en dirección al cuarto con la luz prendida, se trataba esta vez de un cuarto mucho más grande, donde se encontraban quizás internados hace muchos años, un número importante de personas. Revisaron el lugar, pero no había ningún indicio que indicara que alguien hubiese estado allí, resignados, apagan la luz y se dirigen a la salida caminando por el pasillo principal del segundo piso, cuando de repente, tras ellos se enciende una luz, reflejando frente a ellos su propia sombra y la del can, era la luz de la habitación de la cual acababan de salir. Ambos compañeros se miran mutuamente, pálidos y con un nudo en la garganta; el perro comienza a volverse algo inquieto, puso firmes sus orejas como percibiendo la presencia de alguien. Pero no había nada, ambos compañeros sin dirigir palabra alguna volvieron al lugar y solo observaron la misma habitación amplia, vacía, sucia y descuidada. La tensión empieza a aumentar, apagaron las luces y van camino de regreso, pero el perro ahora está más inquieto, empieza a chillar y empujar a mi compañero hasta las escaleras, en ese momento ya se encontraba unos diez metros delante aproximadamente del que narra la historia. Va en dirección a su compañero y el perro, pero no tan deprisa, el ambiente de repente cobra una tensión muy grande, se siente observado, y ante cada paso oye como rechina el piso de madera. De repente oye un timbre, era el ruido del ascensor que se pone en marcha, esto le horroriza puesto que aquel ascensor no había sido utilizado desde que se dejó el hospital vacío. Alcanza a ver a su compañero y al perro, que se encuentran justo enfrente del ascensor, el perro ladraba descontroladamente, y chillaba entre ladridos, pero no con intención de atacar a algún agresor, sino más bien asustado, se escondía entre las piernas de su compañero mirando hacia el lado opuesto del ascensor, chillando de forma horrible, como si lo estuvieran golpeando. Mientras se acercaba a su compañero y al animal, las puertas del ascensor se abrieron, el perro logra soltarse con su correa de las manos de aquel hombre, que da un paso atrás y queda paralizado, y corre apresuradamente bajando por las escaleras. Al alcanzar a su compañero lo observa asustado, tenía la boca abierta, los ojos abiertos de par en par, y se encontraba mirando el vacío dentro del ascensor. Quien narra la historia aseguro no haber visto nada dentro, pero estaba seguro que tanto su compañero como el perro, habían visto, o sentido la presencia de algo horrible. Este llama a su compañero:
-Carlos!
Este no contesta.
-Carlos! ¿Qué te pasa?- vuelve a preguntar sin respuesta.
Se queda con su compañero quien mira fijamente el ascensor sin pestañear. El ascensor se cierra entonces y este se queda mirando la puerta durante unos segundos hasta que finalmente le devuelve la mirada, una mirada de terror, como si hubiera visto la muerte ante sus ojos, y deja caer una lagrima. Ahora su otro compañero es quien no puede reaccionar, y en ese momento Carlos llama al perro, como si acababa de darse cuenta que había salido corriendo. Como no obtiene ninguna respuesta va en busca del animal.
Esta escena fue solo unos 30 segundos desde que se oye el timbre, pero quien lo vivió asegura haberlo sentido como una hora entera.
Al salir del edificio observa a su compañero Carlos y al animal, el cual estaba con el rabo entre las patas llorando, ese llanto horrible como de tortura. Se acerca a su amigo, y se da cuenta que estaba llorando también.
-¿Qué ha pasado?- le pregunta
-vámonos de aquí, por favor- respondió. Observa al animal que esta junto a él llorando.
-Si vámonos-respondió.
Se subieron al patrol y siguieron patrullando, aunque la ronda no fue igual, su compañero no le hablo más ese día, su mente estaba en otro sitio, ido totalmente. Nunca volvió a ser el mismo, y nunca dijo nada sobre qué es lo que vio allí realmente en el ascensor.
Carlos se suicidó tres meses después, y nadie creyó la historia del narrador de esta historia, a pesar de que todos veían a Carlos diferente desde aquella terrible noche.
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